Hablando estrictamente, el ámbar no es un cristal en absoluto. Es una resina de árbol solidificada y fosilizada.
Tiene intensas conexiones con la tierra y es una piedra que asienta las energías superiores.

El ámbar es una poderosa sanadora y limpiadora que aleja las enfermedades del cuerpo y favorece la revitalización de los tejidos. También limpia el entorno y los chacras’. Absorbe las energías negativas y las transmuta en fuerzas positivas que estimulan la auto sanación corporal. Es una poderosa protectora que vincula nuestro yo de cada día con la realidad espiritual superior.

Psicológicamente, el ámbar aporta estabilidad a la vida, pero también motiva, vinculando el objeto de deseo con el impulso para conseguirlo. Sus cálidas y brillantes energías se traducen en una actitud solar y espontánea, que sin embargo respeta la tradición.
Puede ayudar a contrarrestar tendencias depresivas o suicidas.

Mentalmente, el ámbar estimula el intelecto, despeja la depresión y favorece un estado mental positivo, además de la expresión creativa. Aporta equilibrio y paciencia y favorece la toma de decisiones, siendo de ayuda para la memoria.

Emocionalmente, el ámbar favorece la paz y desarrolla la confianza.

Espiritualmente, el ámbar promueve el altruismo y aporta sabiduría.